Costa Rica podría estar a las puertas de una nueva reforma fiscal, al menos en lo que se refiere a la Ley del Impuesto sobre la Renta. Si bien es cierto, el contexto político no es hoy por hoy el más apto, sí existe un consenso entre las curules de la Asamblea Legislativa, sobre la necesidad de modernizar el impuesto sobre la renta en Costa Rica, el cual es cada día más desfasado, menos equitativo, menos progresivo, y para sorpresa de nadie: cada vez más complejo. Pero, ¿qué se requiere en esta nueva reforma fiscal para poder ser técnica y políticamente viable, y ser distinta a todas las reformas que se han presentado anteriormente? La respuesta es muy sencilla: simplificar, y gravar la riqueza.
La primera pregunta que surge es ¿podría Costa Rica implementar una tarifa plana o como se le conoce ‘flat tax’ para las personas jurídicas? Lo cierto, es que hoy el 99.2% de las empresas en Costa Rica, son consideradas pequeñas empresas que tributan a una tarifa del cinco por ciento (5%). De esta forma, el otro 0.8% restante corresponde a Grandes Contribuyentes que representan el sesenta y seis por ciento (66%) de la recaudación. En consecuencia, la eventual implementación de una tarifa plana del veinte por ciento (20%), resultaría en una disminución significativa para los grandes contribuyentes, y por ende en la recaudación, y una debacle para las empresas que en la actualidad tributan a un cinco por ciento (5%).
En consecuencia, la eventual implementación de una tarifa plana podría ser en dos términos: 1. Los grandes contribuyentes se mantendrían en una tarifa del treinta por ciento (30%) y 2. Debe crearse un régimen especial para pequeñas empresas, que no sea tan restrictivo como hoy por hoy, lo es el régimen simplificado. Ahora bien, la reducción de impuestos al sector productivo, necesariamente conlleva el traslado de esta carga tributaria a otros impuestos. El ideal, debería ser que los impuestos, tal cual fueron originalmente pensados, graven las manifestaciones de riqueza. Es aquí, donde inicia otro debate importante que Costa Rica debe tener ¿cómo se grava la riqueza?, ¿se grava realmente la riqueza en Costa Rica?
La doctrina del Reino Unido, me ha permitido aprender que la riqueza se grava mediante tres impuestos: El impuesto a las ganancias de capital y el impuesto al traspaso de bienes inmuebles, los cuales gravan la plusvalía y finalmente el impuesto a las herencias, que grava las rentas que se convierten en pasivas, a favor de un tercero por la voluntad de un causante. Así, por ejemplo, no debe categorizarse el impuesto al traspaso de vehículos o el impuesto a la propiedad de vehículos automotores, como un impuesto a la riqueza, siendo que al ser los vehículos (inclusive las aeronaves y embarcaciones también), objeto de depreciación, no se genera plusvalía con el paso del tiempo, es decir no se genera ninguna riqueza.
¿Cuál es mi propuesta? Aumentar el impuesto al traspaso sobre bienes inmuebles de un uno coma cinco por ciento (1.5%) a un dos por ciento (2%); por otra parte, la tarifa el dos coma veinticinco por ciento (2.25%) en el impuesto a las ganancias y pérdidas de capital, debe ir aumentando progresivamente con el transcurso de los próximos 5 a 7 años, hasta llegar al quince por ciento (15%), siendo que hoy por hoy, muchos contribuyentes, están aprovechando la tarifa reducida, aún y cuando no están en el supuesto fáctico que exige la ley, siendo este el haber adquirido el inmueble objeto de traspaso de previo al 1º de julio de 2019, fecha en la cual entró en vigencia la Ley N.º 9635 Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas, y con ella el impuesto a las ganancias y pérdidas de capital.
Finalmente, Costa Rica debe abrir el debate sobre el impuesto a las herencias, de forma homóloga, por ejemplo, a como hoy por hoy lo tiene Chile. Nunca abogaré por crear más impuestos, pero si esto va a favor de desgravar y dar un respiro al sector productivo del país, que tanto sufre con la burocracia, el peso de cargas sociales y otros impuestos, la decisión se torna muy sencilla. El camino no será sencillo, el reloj corre, y quedan menos de dos años, incluyendo el último año, que se convertirá en año electoral. Es posible que no se logren los consensos, o que tal cual lo hicimos con el marchamo, demos la lucha hasta el final. Pero lo importante, será abrir esos debates, y al menos intentar dar un paso al frente con un impuesto sobre la renta más moderno y más justo.